
El sendero, ubicado en cercanías del dique El Cadillal, está entre los más elegidos por los amantes del turismo activo que visitan Tucumán.
Esa es la edad que ostenta una de las muestras más antiguas del continente. Artesanos, cocineros y músicos la reeditan cada sábado.
Experiencias04 de junio de 2025En el corazón vibrante del sur tucumano, donde la tierra pródiga y fértil conversa con los vientos del monte, Simoca florece cada sábado como una postal viva del interior profundo.
Es allí, en este pueblo de alma criolla, donde late una de las tradiciones más entrañables del norte argentino: la Feria de Simoca.
Con más de tres siglos de historia a cuestas —desde tiempos coloniales—, la feria ha sido, y sigue siendo, el espacio donde el campo y la ciudad, el pasado y el presente, se dan cita para celebrar la identidad de un pueblo.
Basta cruzar el portal de la feria para que el viajero quede atrapado por una sinfonía de aromas y colores. El humo de las parrillas serpentea por el aire trayendo consigo el perfume del chancho a la cruz, las empanadas jugosas, el locro espeso y el tamal envuelto en hojas de chala.
No hay turista que no sucumba ante la tentación de una humita caliente servida en caña o de una tortilla crocante, recien salida del fuego.
Pero la Feria de Simoca no se limita sólo a lo gastronómico. Es también una vidriera cultural de las artesanías que definen el alma de esta tierra.
Entre los puestos de toldo rústico, se exhiben ponchos tejidos a mano, cuchillos con cabo de asta, alpargatas bordadas y mates tallados con dedicación. Cada objeto tiene una historia, y quien lo vende, un relato ancestral que se transmite con la misma naturalidad con la que se respira el aire cargado de memoria.
La feria ha evolucionado con el correr de los años sin perder su esencia. Lo que alguna vez fue un mercado de trueque de productos agrícolas y ganaderos, hoy es también un atractivo turístico que convoca a miles de visitantes de todo el país.
La música folclórica, omnipresente en cada rincón, hace vibrar los tablones de las peñas improvisadas. Guitarras, bombos y violines acompañan las danzas espontáneas de paisanos y turistas, hermanados en una misma alegría.
Como si la feria no bastara por sí sola, Simoca es también sede del Festival Nacional de la Feria, un evento multitudinario que reúne a los grandes exponentes del folclore argentino y donde el espíritu tradicionalista alcanza su punto más alto. Allí, bajo el cielo estrellado y sobre tierra de memorias, se cantan las glorias de una provincia que abraza su identidad con orgullo.
La Feria de Simoca se realiza todos los sábados del año, aunque su esplendor alcanza un pico durante las vacaciones de invierno y en el marco del Festival Nacional, que se celebra a mediados de julio.
Simoca se ubica a 52 km al sur de San Miguel de Tucumán, a unos 35 km de Monteros, y a poco menos de 100 km de las Termas de Río Hondo.
Se accede principalmente por la Ruta Nacional 157 y la Ruta Provincial 325. Empresas como Exprebus y Tesa ofrecen servicios regulares de ómnibus, y también es habitual el arribo de vehículos particulares y excursiones turísticas.
En cuanto a la hospitalidad, Simoca cuenta con opciones sencillas pero cálidas como la Hostería Simoca y numerosos alojamientos familiares. Su cercanía a otras localidades permite, además, combinar el viaje con pernoctes en ciudades como Monteros o la capital tucumana, donde se encuentran hoteles de distintas categorías.
Simoca no es sólo un destino: es una experiencia. Un viaje a la raíz viva del Tucumán gaucho, donde cada feria es una celebración del encuentro, la cultura y el sabor de nuestra tierra.
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