
Dueña de una historia milenaria y de un clima único, la pequeña villa Calchaquí lo tiene todo para convertirse en un fuerte destino turístico.
Quien lo elige como destino, puede optar entre el relax que sugiere el bucólico paisaje, o un sinfín de actividades, entre las cuales sobresalen la pesca y los deportes náuticos.
Destinos08 de junio de 2025En lo alto de los Valles Calchaquíes, donde el viento sabe decir secretos y las nubes caminan lentas, se abre un rincón de la provincia de Tucumán que parece soñado.
El Mollar, con su nombre suave y antiguo, es mucho más que un punto en el mapa: es un refugio donde la naturaleza, la cultura y la aventura se abrazan con la misma intensidad que el sol al caer sobre el lago del dique La Angostura.
Llegar a El Mollar desde San Miguel de Tucumán es en sí mismo una experiencia sensorial. Se accede por la Ruta Provincial 307, que asciende desde Acheral y atraviesa la imponente selva de yungas antes de abrirse paso hacia los valles.
El recorrido, de aproximadamente dos horas en auto, está lleno de curvas panorámicas, miradores naturales y pequeños puestos donde se puede saborear una tortilla al rescoldo o comprar artesanías.
La travesía no sólo conecta dos puntos geográficos, sino dos mundos: del bullicio urbano a la calma profunda de la montaña.
A pesar de su apariencia tranquila, El Mollar late con energía constante. Cada mañana, mientras la bruma se despeja sobre el lago, los aventureros trazan sus rutas: caminatas por senderos que se internan en los cerros, cabalgatas entre cardones, travesías en bicicleta o paseos en kayak sobre las aguas del dique La Angostura.
Este espejo de agua —sereno, amplio, siempre cambiante— es ideal para practicar deportes náuticos, pesca deportiva o simplemente contemplar.
El aire puro y la altura ofrecen un entorno ideal para quienes buscan naturaleza, movimiento y bienestar.
La variedad de alojamientos en El Mollar sorprende a muchos. Hay desde cabañas rústicas con vista al lago y al calor de una salamandra, hasta hosterías familiares, campings con servicios, y casas de alquiler temporario ideales para grupos o estancias prolongadas.
Algunos hospedajes incluso ofrecen actividades personalizadas, como senderismo guiado o clases de cocina tradicional.
Esta diversidad permite que tanto mochileros como familias o parejas encuentren su lugar y vivan una experiencia auténtica, al ritmo del entorno.
Cuando el cuerpo pide descanso, la gastronomía local ofrece consuelo y sabor. En las cocinas de El Mollar todavía se hornean panes de maíz, se preparan humitas en chala, locros espumosos y tamales bien armados.
Las empanadas tucumanas —jugosas y con repulgue cerrado— se sirven en patios soleados donde no falta el vino artesanal ni el relato compartido.
Aquí, la comida no es solo sustento: es encuentro, es herencia, es parte del viaje.
Muy cerca del centro del pueblo, el Parque de los Menhires guarda los ecos de un tiempo ancestral. Cientos de esculturas monolíticas, talladas por pueblos originarios hace más de mil años, se alzan en silencio bajo el cielo alto.
Las figuras, enigmáticas y robustas, fueron trasladadas desde distintos puntos del valle para ser preservadas, y hoy son testimonio silencioso de una cultura que supo dialogar con la tierra y el cosmos.
Recorrer este parque es como entrar en otra dimensión: una donde las piedras hablan y el silencio tiene peso.
Además de su naturaleza generosa, El Mollar ofrece una ubicación privilegiada: a solo minutos de Tafí del Valle, pero con la tranquilidad de un pueblo sin prisas.
Su cercanía a otros destinos turísticos permite armar circuitos más amplios por los Valles Calchaquíes, sin renunciar al descanso ni al encanto local.
Sus calles de tierra, sus tejados bajos y su gente amable conforman un paisaje humano tan valioso como el que brindan las montañas.
Al final, uno se va de El Mollar con la sensación de haber estado en un lugar que no se olvida fácilmente. Porque aquí, entre montañas sabias y un lago que respira junto al pueblo, la belleza no se grita: se susurra.
Y quien sabe escucharla, no puede sino querer volver.
Dueña de una historia milenaria y de un clima único, la pequeña villa Calchaquí lo tiene todo para convertirse en un fuerte destino turístico.
La puerta de entrada a los Valles Calchaquíes del norte argentino invita a los viajeros a quedarse, para descubrir un destino que enamora.
A pocos kilómetros de San Miguel de Tucumán, se encuentra el dique Celestino Gelsi, con un amplio menú de actividades y experiencias para todos los gustos.
Quienes visitan Tucumán por primera vez se sorprenden al descubrir un lugar tan lleno de experiencias y atractivos a sólo unos minutos de San Miguel de Tucumán.
Ubicado en el extremo norte del breve tramo tucumano de la ruta nacional 40, el centenario pueblo es un remanso de paz, entre cerros, el río Santa Maria, bodegas familiares y vestigios de un rico pasado.
En el marco del festejo, el Gobernador Jaldo inauguró nuevas instalaciones de Defensa Civil, entregó un camión con volquete para servicios públicos y un vehículo a Desarrollo Social.
En El Corte, Yerba Buena, justo donde nace la selva tucumana, se ubica el parque aéreo que rompió los estereotipos en la región.
El Congreso Nacional e Internacional de la Federación Argentina de Sociedades de Ginecología y Obstetricia (FASGO), uno de los encuentros médicos más importantes del país.
Los Tekis serán los principales animadores de una fiesta que tendrá como epicentro el Palacio de los Deportes municipal.
La puerta de entrada a los Valles Calchaquíes del norte argentino invita a los viajeros a quedarse, para descubrir un destino que enamora.