
Dueña de una historia milenaria y de un clima único, la pequeña villa Calchaquí lo tiene todo para convertirse en un fuerte destino turístico.
Quienes visitan Tucumán por primera vez se sorprenden al descubrir un lugar tan lleno de experiencias y atractivos a sólo unos minutos de San Miguel de Tucumán.
Destinos04 de junio de 2025A tan solo 25 kilómetros de la ciudad de San Miguel de Tucumán, hay un lugar donde la naturaleza se despeina entre las montañas, el alma encuentra respiro y el cuerpo se entrega al juego del descanso y la aventura.
San Javier no solo es una villa turística; es un umbral entre el bullicio citadino y la calma más pura, un balcón a los cielos del norte argentino donde cada curva del camino invita a soltar el reloj.
El viaje comienza mucho antes de llegar. Apenas se abandona la llanura urbana, la Ruta Provincial 340 se convierte en un hilo que se enrosca entre la vegetación densa de la Yunga tucumana, ese bosque nuboso que parece haber sido pintado a mano con todos los verdes posibles.
Helechos gigantes, lianas colgantes, orquídeas silvestres y una sinfonía de pájaros acompañan el ascenso. Es un recorrido breve, sí, pero intenso en sensaciones. En cada curva se cuela el perfume húmedo de la tierra y, a lo lejos, la ciudad comienza a desdibujarse como un sueño bajo la neblina.
Este tramo es también un paseo fotográfico en sí mismo: los miradores naturales que asoman entre la espesura ofrecen vistas panorámicas para detenerse, respirar hondo y entender que, en Tucumán, la selva y la montaña se dan la mano.
Al llegar a la cima del cerro, el aire cambia. Se vuelve más fresco, más claro. Es allí donde el Cristo Bendicente, majestuoso, espera a los viajeros con los brazos abiertos. Con sus 28 metros de altura, es una de las esculturas religiosas más imponentes del país.
Fue obra del gran Juan Carlos Iramain, escultor tucumano que, con esta pieza, inmortalizó no solo una figura espiritual, sino también el alma contemplativa del cerro.
Desde su base, el mundo parece pequeño. La ciudad de San Miguel de Tucumán se extiende a lo lejos como un tapiz urbano, mientras el horizonte se funde con los Valles Calchaquíes y, en los días más diáfanos, hasta se insinúan las siluetas distantes del Aconquija. Es un punto obligado para detenerse, meditar o simplemente dejarse asombrar.
Pero San Javier no es solo contemplación: también es adrenalina, juego y exploración. En el corazón de la villa funciona la Oficina de Turismo Activo, donde los visitantes pueden acceder a toda la gama de actividades que el entorno ofrece.
Los más audaces encuentran aquí su paraíso: vuelos en parapente despegan desde los despejados cielos del cerro, ofreciendo una vista de 360° que transforma cualquier vértigo en asombro. Quienes prefieren la tierra firme pueden recorrer los senderos de trekking o lanzarse a la aventura en bicicleta de montaña, explorando circuitos que se internan en el espesor selvático.
Una joya escondida —y refrescante— es la Cascada del Río Noque, un rincón cristalino que desciende entre piedras antiguas y helechos primitivos. Llegar hasta allí es una travesía corta pero inolvidable, ideal para los que buscan una experiencia más íntima con la naturaleza.
La villa también late con cultura. Los emprendedores y artesanos locales ofrecen productos únicos: tejidos, cerámicas, objetos tallados en madera y sabores de la región que van desde dulces artesanales hasta hierbas silvestres recolectadas en los cerros.
En el Complejo Turístico Cristo Bendicente, además de recuerdos y regionales, se pueden adquirir alimentos y bebidas para un picnic al aire libre. El bar del complejo, con sus terrazas abiertas hacia el paisaje, es un excelente punto para tomar un café mientras el sol cae lento sobre la ladera.
No hay mejor plan que extender una manta sobre el césped infinito, abrir una canasta con delicias tucumanas —empanadas, quesillos, miel de caña— y dejar que el tiempo corra sin apuro.
Cuando cae la noche y el silencio se hace dueño del cerro, San Javier guarda una sorpresa más: el espectáculo de mapping “Cristo Resplandeciente”, una proyección de luces y sonidos sobre la estatua que corona la cima. Durante diez minutos, la figura se transforma en lienzo narrativo para contar historias de fe, identidad y esperanza. El entorno selvático, bajo la luz de las estrellas, completa una atmósfera casi mística.
El show es gratuito y solo se suspende por mal clima, lo que lo convierte en un plan ideal para coronar el día con emoción y asombro.
Para quienes no quieren que la experiencia termine al anochecer, San Javier ofrece una variada gama de alojamientos: desde hosterías con encanto colonial hasta cabañas enclavadas en la selva, ideales para dormir al arrullo del viento entre las hojas.
Algunas casas de hospedaje ofrecen desayunos caseros con pan recién horneado y vistas que justifican quedarse un día más.
Hospedarse en San Javier es despertar entre nubes, con el sol filtrándose entre la niebla y el canto de los pájaros como despertador natural.
Quien llega a San Javier entiende, sin necesidad de explicaciones, por qué tantos vuelven. Porque no es solo un destino turístico, sino un espacio donde la naturaleza, la cultura y la espiritualidad conviven sin estridencias.
Un lugar donde uno puede caminar entre nubes, tocar el cielo con las manos, o simplemente cerrar los ojos y agradecer.
Para el viajero curioso, para el buscador de belleza, para el que viene desde lejos o desde la misma ciudad: San Javier está ahí, esperando. Siempre.
Dueña de una historia milenaria y de un clima único, la pequeña villa Calchaquí lo tiene todo para convertirse en un fuerte destino turístico.
La puerta de entrada a los Valles Calchaquíes del norte argentino invita a los viajeros a quedarse, para descubrir un destino que enamora.
Quien lo elige como destino, puede optar entre el relax que sugiere el bucólico paisaje, o un sinfín de actividades, entre las cuales sobresalen la pesca y los deportes náuticos.
A pocos kilómetros de San Miguel de Tucumán, se encuentra el dique Celestino Gelsi, con un amplio menú de actividades y experiencias para todos los gustos.
Ubicado en el extremo norte del breve tramo tucumano de la ruta nacional 40, el centenario pueblo es un remanso de paz, entre cerros, el río Santa Maria, bodegas familiares y vestigios de un rico pasado.
En el marco del festejo, el Gobernador Jaldo inauguró nuevas instalaciones de Defensa Civil, entregó un camión con volquete para servicios públicos y un vehículo a Desarrollo Social.
En El Corte, Yerba Buena, justo donde nace la selva tucumana, se ubica el parque aéreo que rompió los estereotipos en la región.
El viaje perfecto amenaza la emoción del descubrimiento. Los influencers virtuales rompen los límites entre persuasión y engaño.
Quien lo elige como destino, puede optar entre el relax que sugiere el bucólico paisaje, o un sinfín de actividades, entre las cuales sobresalen la pesca y los deportes náuticos.
Dueña de una historia milenaria y de un clima único, la pequeña villa Calchaquí lo tiene todo para convertirse en un fuerte destino turístico.